Este artículo sale en la edición impresa de PLAYBOY COLOMBIA de diciembre de 2017
Hablamos con el autor y reconocido periodista investigativo sobre este libro que según él “es un viaje profundo al mundo del crimen… En un país sumiso frente al poder de sus pasiones”. CSI Colombia recopila algunos de los crímenes más atroces y mediáticos que se han cometido en el país, como el de la monja Luz Amparo Bedoya a finales de los años 90, el caso Colmenares o la masacre de los diputados del Valle.
¿Cómo nace la idea de escribir el libro?
El libro nace de una crónica que hice hace un par de años sobre una visita al CTI. Conocí los laboratorios de balística, de química, morfología e ingeniería, entre otros, y le pedí a cada uno de los peritos que me contaran sobre los casos más importantes.
Narrado a través de crónicas, el libro está compuesto por siete capítulos que incluyen perfiles como el de Pedro Morales, el forense más importante de Medicina Legal, quien lleva 40 años realizando necropsias de personajes como Luis Carlos Galán.
¿Qué experiencia le dejó recorrer los laboratorios del CTI?
Fue enriquecedor conocer cómo se elabora un retrato hablado realizado por el perito, un dibujante empírico y cómo a partir de cinco o seis datos se reconstruye un cráneo o se elabora un modelo tridimensional.
También fue muy interesante conocer la colección de armas de fuego, desde las más modernas hasta las que tienen 100 años. Yo creo que cualquier miembro de la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos la envidiaría.
Además, descubrí que, en Colombia, al ser un país con tantos asesinatos y muertes, es de suma importancia hablar de la labor del equipo de forenses que se encarga de esclarecer las circunstancias para darles a las víctimas y a sus familias la justicia que se merecen.
¿Cómo funciona la colaboración de los investigadores del FBI con el equipo forense colombiano?
En 1992 se modernizó la justicia en el país porque era muy arcaica. Quienes resolvían los crímenes eran los famosos “sabuesos” que confiaban más en la intuición y eran una especie de Sherlock Holmes criollo. Pero al llegar el periodo del narcotráfico, con Pablo Escobar, se desborda todo el sistema judicial, que en la época no tenía las herramientas para enfrentar la situación. Entonces que FBI entró al panorama.
En el libro hablo del caso de Sandra Catalina Vásquez, uno de los primeros que se desarrollaron con la alianza. A esta niña de nueve años la violaron y asesinaron en una estación de policía hace 25 años. El caso llegó a Medicina Legal, y en la necropsia Pedro Morales, el forense que mencioné anteriormente, envió la ropa interior de la menor al FBI en Estados Unidos. Oficialmente el acusado era el padre de Sandra, pero gracias a los resultados del ADN que dio el FBI, se identificó a un policía como el verdadero culpable.
Actualmente la colaboración está más consolidada porque existen bases de datos comunes, que agilizan la resolución de casos como el de los falsos positivos y los crímenes de la guerrilla.
¿Cuál es el crimen que más lo impactó de su libro?
El de Sandra Catalina Vásquez porque, ¿cómo hablar con una mamá que le han asesinado y violado a su hija de nueve años? Es un caso que me duele mucho por la impunidad, porque el asesino está en libertad condicional.
También está el caso de Luz Amparo Granada, una monja que asesinaron en un convento. Seguí este caso desde que ocurrió y creé un archivo personal cuando estaba en la universidad. Este fue uno de los primeros crímenes que se resolvió con ciencia y tecnología. En el libro hago una búsqueda acerca de qué pasó con los protagonistas y estudio el entorno en el que estuvo envuelto el asesinato y lo comparo con el contexto actual del país.
¿Qué dato curioso aprendió durante la elaboración de CSI Colombia?
Para tomar una muestra de ADN se utiliza una especie de motosierra pequeña, y el fémur y la cadera son las partes más confiables para hacer la prueba, aún más que el cráneo. Cuando entré al laboratorio el corte olía pollo rostizado, a esto huele el hueso humano.
También me impactó saber que la noche que más muertos han llegado a Medicina Legal fue cuando Nacional quedó campeón de la Copa Libertadores en 1989. Murieron entre 500 y 600 personas, porque en la época no había controles policiales, como la ley seca. La gente simplemente se enloqueció.
¿Hay algún caso que no pudo incluir?
Siempre quise investigar el caso de Natalia Ponce y de Jonathan Vega, traté de contactarlo, pero fue imposible. Él no acepta entrevistas y esto me hizo sentir un poco de frustración. Otro caso que me interesó sucedió hace 10 años, en la época de Álvaro Uribe en la que un guerrillero, alias Rojas, asesinó a su jefe Iván Ríos con un disparo en la frente, para luego cortarle la mano y entregarla a un batallón militar como prueba y así cobrar la recompensa de 1000 millones de pesos que ofrecían por Ríos. Actualmente, Rojas está condenado a 60 años de cárcel, la condena más larga de un preso en Colombia [este caso no lo pudo desarrollar por la burocracia que le impidió contar la historia].
¿Por qué cree que existen tantos libros, series y películas acerca de los asesinatos?
Porque siempre ha existido un gusto por el misterio y lo macabro. Además se une el miedo a la muerte. Contar una historia de un crimen es contar una buena historia.
¿Qué le enseñó la investigación acerca de la idiosincrasia colombiana?
Es un país con una violencia desmedida. Un país alimentado por el narcotráfico, las armas y la injusticia. Un país sumiso frente al poder de sus pasiones.